Porque no es lo mismo liderar que dirigir. Para ser un buen líder hacen falta poseer una serie de cualidades que no todo el mundo es capaz de tener. Precisamente, una de las cosas más complicadas de la gestión empresarial es la gestión y el trabajo diario con personas. De las habilidades más difíciles y, a la vez más demandadas, es la de hacerlo bien.
Un buen líder forja una relación con sus colaboradores, no un simple traspaso de funciones. Mantiene un compromiso a largo plazo con ellos. Sacará lo mejor de su equipo, creará un ambiente de armonía, confianza y colaboración, tendrá en cuenta las opiniones de todos los miembros del equipo, motivará, establecerá una adecuada comunicación entre todos y proporcionará las herramientas necesarias y posibles para cumplir con los objetivos del proyecto.
Se podría decir que las habilidades principales de un buen líder son:
— Capacidad comunicativa. No sólo puede defender las nuevas ideas y explicar con claridad los proyectos, sino que sabe escuchar a los demás.
— Resolución de conflictos. Habilidad para encontrar soluciones a situaciones complejas.
— Ético. Posee unos principios y valores éticos.
— Empatía. Se pone en el lugar de los demás.
— Evoluciona. Crecimiento personal y profesional.
— Creatividad. Busca nuevas oportunidades de negocio, propone alternativas y proyectos nuevos.
— Fomenta del aprendizaje continuo. Comparte y no enseña. Trata de transmitir sus conocimientos y apuesta por que los trabajadores se formen constantemente.
— Da ejemplo. Comparte pero también no deja de recoger información de los demás, colabora en las actividades críticas y cuando más le necesita el equipo.
— Flexibilidad. Capacidad de adaptarse a los cambios e imprevistos que surgen. Trabajo en equipo. Conoce a tu equipo y confía en él. Es capaz de delegar el trabajo a las personas adecuadas.
Además de poseer cada una de estas habilidades, tendrá en su conjunto la capacidad de equilibrar las cosas. Se trata de una de las competencias más importantes y que mejor diferencian a un buen líder. El equilibrio entre ayudar y sobre-ayudar es delicado y fácilmente se puede perder. Debe ser comprendido de forma instintiva. Cuando se acerquen los problemas es tentador resolverlos por uno mismo, pero a veces es necesario delegar y confiar en sus colaboradores. Así se estará siendo un líder. Si uno mismo resuelve esa situación, reducirá su capacidad para hacerlo por sí mismo.
«La primera responsabilidad de un líder es definir las metas. La última es dar las gracias. En medio, el líder es un sirviente.»—Max DePee, fundador de Herman Miller.
Las personas se forman gracias a las experiencias vividas. Los nuevos retos desarrollan habilidades con las que podrán resolver futuros problemas. De modo que saber cuándo actuar y cuando permanecer en la sombra es básico para liderar un equipo de trabajo. Y es que cuando se tiene un buen líder, se recuerda por mucho tiempo. Un líder es extremadamente valioso, a la vez que una persona excepcional.
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